(Foto Luis Salinas. http://www.luissalinas.es)
Cenicienta oyó las campanadas. Era media noche.
—Deprisa —le dijo al príncipe—, dame un beso.
—¿Ahora? —preguntó él, atónito—. Pero ¿dónde?
—En los pies, bésame los pies.
Cenicienta se descalzó, rodeó al príncipe por el cuello y lo tumbó sobre ella, en el suelo de piedra. Alzó ambos pies y lo abrazó con los muslos. El príncipe le acarició las piernas, tomó sus talones con las manos y pegó sus labios a los dedos regordetes de la mujer, que, con el tañido de la última campanada, se tornaron cenicientos.