Foto: Mujeres en lucha. Verónica Medina Guzmán, Belén Guzmán Soriano.
“No hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente.»
Virginia Woolf
“El feminismo no consiste en hacer más fuerte a la mujer. La mujer ya es fuerte. Lo que importa es cambiar la percepción de esa fuerza”
G.D. Anderson
Música: Como la cigarra, Mercedes Sosa.
En estos días de constante información a todas horas, nos invaden las conmemoraciones, casi a diario: el Día del amigo, el Día de la amiga, el Día de la paz, el Día de la risa, el Día del cupcake… Además de todos los «Días de» que ya conocíamos. Resulta muy difícil no rebelarse ante esa imposición de la celebración, bajo la que siempre sospechamos de la existencia de algún objetivo comercial.
Hoy es 8 de marzo, Día de Internacional de la Mujer. Para mí, esta conmemoración es muy especial. Siendo muy pequeña recuerdo intensamente a mi madre y a su madre hablándome del porqué de esta fecha. Mi abuela me habló de unas mujeres trabajadoras, de un lugar llamado Nueva York, agotadas por horas extenuantes en los telares, pero con fuerza suficiente para echarse a la calle y exigir condiciones laborales humanas. Me habló también, y también lo hizo mi madre, de los castigos que sufrieron, las torturas a las que fueron sometidas a manos de la policía y cómo, casi ciento cincuenta de ellas, murieron quemadas en vida atrapadas en su fábrica, durante su encierro como protesta.
Hoy es 8 de marzo. Como hago a diario, he despertado a mis dos hijos con un beso y una amplia sonrisa, y, al abrazarlos los he felicitado por el Día de la Mujer. Obviamente, me han mirado con sorpresa, estupefacción, con esos ojos de «Mamá es rara», con los que me traspasan cada vez que digo o hago algo que no esperan. Les he explicado que en este día recordamos a unas mujeres que lucharon por la igualdad de derechos entre todos, que recordamos su perseverancia, su esfuerzo, su vida intensa y también su muerte. Que no importa que ellos no sean mujeres, porque lo que hemos obtenido y obtendremos será un beneficio común.
Hoy es 8 de marzo y me felicito de pertenecer a una sociedad plagada de mujeres y hombres que persisten en la búsqueda de la armonía entre todos, sin distinción de géneros, sin mirarse los genitales, sino el alma, y las ganas de que cada uno de nosotros tenga justo acceso a la cultura, al trabajo, a la vivienda, al bienestar. Me felicito por ser hija y nieta de dos mujeres que no sólo han sido trabajadoras, y lo son, sino que han elevado ese trabajo a la condición de pasión, de vocación, de dedicación al cambio constante y la superación de escollos y altos muros, para dejar un legado de generosidad con una misma y con las personas que nos rodean.
Hoy es 8 de marzo y levanto la voz en forma de letras para enviar un fortísimo abrazo a las personas que no olvidan la importancia de contagiar a nuestros hijos (que son de todos) la necesidad de seguir trabajando por llegar a ese espacio en el que seamos el futuro habiendo asimilado el pasado. Que no haya jamás vacuna para curar la epidemia de la solidaridad.