la cuarta pared

(h)elarte de llover, con Be

 

LLUEVEN VACAS . BAJA . Ricardo De Alvaro 19.11.2018 05999llueven vacasFotografía: #RicardodeÁlvaro. Carol Verano (Coral) y Lidia Navarro (Margarita)

Joan Bentallé (Fernando) y Carol Verano.

 

 

6:00 de la mañana, domingo. Se oye una tos de mujer. Él y Ella, en la cama. La misma.

 

Él: Deja de hacer ruido ya, joder.

Ella: Estoy tosiendo.

Él: Que te calles ya, coño.

6:30 de la mañana, otro domingo, en la misma cama.

 

Él: ¿Dejarás de moverte alguna vez en tu vida?

Ella: Es que me encuentro mal.

Él: Qué pesada eres.

 

6:45 de esta misma mañana, jueves 6 de diciembre, festivo. En la cama. La mía. Él y Ella también están en la cama, la suya. Esta vez pego la oreja a la pared. Él y Ella hablan. No, habla Él. Ella murmura con tono de disculpa. Me han despertado y me acosté muy tarde; después de anoche, no pienso volver a probar las ostras, ni el conejo. Llueven vacas en mi estómago desde que estuve ayer en la sala Versus Glòries.

La pared está helada, pero no despego la oreja.

 

Él: ¿Ya estás despierta, joder?

Ella: No, estoy dormida.

Él: claro, y ahora querrás que me levante.

Ella (más alto): que no, que estoy dormida.

 

Me aparto, me incorporo sentada en el colchón, a duras penas; me apoyo con una mano sobre el cabezal y con el pulpejo de la otra aporreo con fuerza la pared. ¡Pom, pom, pom! Mientras escribo esto, todavía me duele la muñeca.

Silencio…

Él: ¿Qué haces?

Ella: Yo no he hecho nada.

Él: ¿Qué han sido esos golpes? «Toc. Toc. Toc»

Yo pienso: «Gilipollas, ha sido «Pom, pom, pom». Sordo de mierda».

 

Ella: No lo he oído.

Él: Anda ya. Si ha sido ahora mismo.

Ella: No sé. Yo no oigo nada.

 

Y Él se calla. Ella también, pero eso es lo habitual.

Fin del primer acto, que se repite en bucle.

 

He tardado demasiado en aporrear la pared. Lo sé. Puede pareceros una tontería, una cobardía, incluso. Pero hasta ahora he tenido miedo. ¿De qué? La habitación de Él y Ella se encuentra pegada a la mía, posiblemente en el edificio de al lado. En el bloque mastodóntico pegado al mío, calculo que en la misma planta que mi piso, aunque es difícil adivinar en qué puerta… He dudado muchas veces, he pensado «A lo mejor no es lo que parece. A lo mejor me estoy metiendo donde no me llaman. A lo mejor están pasando una crisis. A lo mejor no te incumbe.» Demasiadas dudas, Demasiadas veces he callado.

Sin embargo hoy, tras mis golpes en la pared y el silencio que los ha seguido, he hecho memoria. Hace ya tiempo que la oigo con esa voz apagada de la persona asustada; la he oído hablar gimoteando en alguna ocasión, él jamás gimotea, él siempre grita, insulta, humilla. Ella calla, se disculpa. Tose y se disculpa. Se mueve y se disculpa. Respira y se disculpa. Oye unos golpes y prefiere negarlo por miedo a las consecuencias.

Y Él… ¿Tres golpes en la pared y se calla? Yo creía que si me atrevía a levantar la voz, Ella sufriría. Sí. De eso tenía miedo. De intervenir y provocar que la locura se encendiera más. Es decir, yo ya sabía que en ese dormitorio que no sé situar en el mapa vertical de pisos idénticos ocurre algo que no debería suceder. Sé que hay una guerra en marcha y que las armas de destrucción emotiva están convirtiendo los dormitorios del apartamento en «cuartos mortales».*

¿Y por qué hoy sí he aporreado el muro aunque no pueda derribarlo? Respuesta: Llueven vacas, de Carlos Be. Añadiré poco a lo ya escrito. No quiero que perdáis la oportunidad de reaccionar por primera vez ante la realidad de la que podréis disfrutar viendo la obra. Sí, he dicho DISFRUTAR. Porque las palabras de Carlos Be siempre te llevan a sentir, desde las tripas, la completa variedad de emociones que sabías que existían, pero que al ser zarandeadas por el arte, afloran a la mismísima superficie. Y eso es disfrutar, sentirse vivo.

Joan Bentallé (Fernando), Lidia Navarro (Margarita) y Carol Verano (Coral) ponen cuerpo, voz y alma al trío de personajes paridos por Carlos Be. Quisiera contaros muchas cosas sobre su trabajo, pero decido no hacerlo para que vayáis a vivirlo en primera persona con la mente y el estómago limpios de protectores (reservaos el antiácido para las comidas navideñas).

Sí diré esto: Joan, Lidia y Carol son odio, dolor, miedo, sonrisa, inocencia, asco, rechazo, sexo, esperanza, angustia, desesperación, autoengaño y autenticidad. Son mucha autenticidad. Es imposible verlos actuar y no querer intervenir en lo que sucede. La clave está en que, yendo al teatro, siendo testigos entre el público, ya estamos cambiando los titulares. Si aceptamos consumir el arte de la verdad, damos espacio a esa verdad en el arte de vivir.

Ayer, día 5 de diciembre de 2018, se agotaron las entradas en la Sala Versus Glòries en el estreno de Llueven vacas en Barcelona. Las de hoy también pueden agotarse. De vosotros depende. Gozaréis de vuestras propias reacciones ante una realidad ineludible hasta el día 9 de diciembre. Cuando Llueven vacas en el teatro hay muchos motivos para dejar el miedo de lado y aporrear los muros hasta derribarlos.

 

¡Un clic y listo!

*ocurrencia de Carlos Be.

 

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la cuarta pared

Achicorias o de cómo derribar para construir

azul achicoria

(foto: el Azul. Àtic 22, Achicorias. Verónica)

Cuando tú te hayas ido, 
con mi dolor a solas, 
evocaré este idilio
y aquellas azules horas,
cuando tú te hayas ido
me envolverán las sombras.

Alberto Cortez

Música: Nadie me ama 

El azul nos recibe y no estamos frente al mar. El ruido sordo de un oleaje invisible llega entre las notas de un bolero. Un foco convierte en protagonista a una silla, a la espera de que llegue su ocupante, mientras la música va tomando una posición cada vez más prominente. Ese color que evoca tranquilidad e infinitud deja paso al blanco, y es el momento en que el océano se torna vestíbulo de hotel. De hotel azul, aunque ya en el recuerdo de los ojos.

Acabamos de entrar en un mundo poblado por seres en apariencia cotidianos, tanto como el dolor que describen, como las gotas de felicidad que los salpica, siempre con una sencillez engañosa que, en las palabras paridas por Carlos Be, Gemma y Paco convierten en himno de la autenticidad.

Ya no somos más público, ya no más; situados ante un despliegue tan rotundo de honestidad, metamorfoseamos en personas que pasaban por allí, en vecinos que miraban de soslayo, en testigos morbosos, en observadores de los que podrían declarar al ser apuntados con el micrófono del reportero: «Era muy buen hombre. Parecía un buen padre. Nadie se lo esperaba» o «Es una lástima, pobre chica», e incluso «Qué desgracia. Es increíble que exista gente así».

Cuando nos encontramos ante escenas que nos desgarran en cada movimiento, cuando cada ingrediente de lo sucedido va retorciéndonos las tripas hasta formar un nudo ciego en nuestra mirada, los ojos nos empujan a la actuación, las manos se niegan a aplaudir, los labios se niegan a esbozar una sonrisa. Queremos levantarnos y rescatar, golpear, defender, proteger. Vomitar. Pero callamos. Siempre. Demasiado.

Carlos Be, Helena Loveshock, Gemma y Paco han conseguido arrancarnos el parapeto de público tras el que nos protegíamos, y dejarnos desnudos en la cuneta de una obra que no levanta muros, sino que derriba la cuarta pared.

Las Achicorias son silvestres, son amargas, son purgantes, son sustitutas de la acritud auténtica y más negra del café. Pero son perennes y favorecen la digestión. Una dosis de Achicorias, una sesión junto a Gemma y Paco, de la mano de Helena y desde el universo de Carlos Be, contribuye a mejorar el tracto vivencial de llantos ajenos, que se convierten en salitre propio de quien los observa.

 

Achicorias es una obra escrita por Carlos Be, dirigida por Helena Loveshock Tornero y vivida por Gemma Charines Pedrero y Paco Aldeguer para su público.

Podréis verla en Barcelona, en el espacio Àtic 22, hasta el 28 de febrero.

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