(Foto: silla vacía. Verónica, Marruecos 2013)
Cala en ti
Pasó algo que debería haberlo cambiado todo,
pero ocurrió y el mundo no se vino abajo.
El sol volvió a salir, las noticias siguieron hablando de corrupción
y nada ni nadie transformó su día a día.
Los recuerdos se empeñaron en ir llenando el hueco de esa hecatombe
que debió haber modificado el curso de los planetas.
Llegaron todas las noches del mundo de sopetón,
sin pausa, sin ocasos ni amaneceres, sin noticias monótonas.
Se produjo un estallido trepidante y ocurrió entonces.
Ya no era el mismo;
la ausencia de la que había partido lo había transformado todo.
Pero él no supo, hasta ese instante,
cómo era convivir con el espacio en blanco
que se abrió tras el paréntesis de esa existencia.
Cambia, todo cambia;
cambia el color del suelo cuando ella no lo recorre,
pero así, su huella imborrable
entra a formar parte de una realidad
que sólo su pisada podía transformar.
Sí, definitivamente, el mundo entero se modificó
cuando ella ya no lo observaba.
Y llegó la paz, la tranquilidad de la coherencia
entonada por la armonía de la realidad con los sentimientos.
Él siguió dando un paso tras otro,
pero ya sin la carga de lo inverosímil.
La muerte había visitado su casa
para traerle la memoria eterna de una vida
que lo había convertido en otra persona.
Ya para siempre.